miércoles, 25 de diciembre de 2013

Casarse pronto y mal.



Casarse pronto y mal.
           
           
            Este artículo pertenece al escritor romántico Mariano José de Larra, en el que trata uno de los temas que más emblemáticos del Romanticismo, el amor pasión. Este tema fue una influencia importante en dicho autor ya que  lo destaca en varios artículos de una forma muy ejemplar mediante un lúcido análisis del mismo.

            En primer lugar, cabe destacar la concepción que se tiene en la época de cómo debe ser educada una mujer, o más bien, de cómo debe ser una mujer educada. En el siguiente párrafo podemos apreciar una visión bastante clara de la personalidad que debía tener la mujer romántica:

            Por su desgracia acertó a gustar a una joven, personita muy bien educada también, la cual es verdad que no sabía gobernar una casa, pero se embaulaba en el cuerpo en sus ratos perdidos, que eran para ella todos los días, una novela sentimental, con la más desatinada afición que en el mundo jamás se ha visto; tocaba su poco de piano y cantaba su poco de aria de vez en cuando, porque tenía una bonita voz de contralto.

Como vemos, en la primera línea nada más y nada menos, Larra ya presenta la idea de que la joven de la que va a hablar a continuación está “muy bien educada”. Sin embargo, a continuación nos presenta un “defecto” de la misma, y es que no sabía gobernar una casa. Con esto nos afirma que la prioridad de una mujer de la época es el hogar, dedicarse a la casa. Pero no solo eso, nos presenta una visión sensible de la mujer al incidir en esa capacidad de “embaularse” en sus pensamientos haciendo de la vida una novela sentimental. Y es que la mujer debía ser sensible y frágil, eso la hacía más femenina, por ello vemos como una cualidad importante a destacar la delicadeza de un piano unida a una bonita voz. 

            En el siguiente párrafo podemos apreciar aún más el estatus que guardaba la mujer ante el hombre:

            -Perfectamente; mi hija será de usted en cuanto me traiga una prueba de que puede mantenerla, y el permiso de sus padres; pero en el ínterin, si usted la quiere tanto, excuse por su mismo decoro sus visitas…

Aquí encontramos la subordinación y el papel principal que tenía la mujer en la sociedad. La mujer era una posesión que el hombre debía poder mantener y proteger, en la que la elección para amar no derivaba de ella, sino de su progenitor. Es tal la consciencia de este estatus que vemos cómo, más adelante, en el artículo la mujer exige al hombre que traiga el dinero a la casa, mientras ella se encarga de cuidar la misma.

            Cabe destacar la modernización del nuevo pensamiento que hereda de Francia, donde los valores personales y los intereses priman a las tradiciones. En esto vemos un rasgo romántico muy pronunciado puesto que el amor entre los amantes no es un amor sereno ni sosegado ni sometido al control de lo conveniente y racional, sino un amor desatado, furioso y ciego que no les permite ver la ruina que se avecina y la tragedia en la que se convierte.

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