Casarse pronto y mal.
Este
artículo pertenece al escritor romántico Mariano José de Larra, en el que trata
uno de los temas que más emblemáticos del Romanticismo, el amor pasión. Este
tema fue una influencia importante en dicho autor ya que lo destaca en varios artículos de una forma
muy ejemplar mediante un lúcido análisis del mismo.
En
primer lugar, cabe destacar la concepción que se tiene en la época de cómo debe
ser educada una mujer, o más bien, de cómo debe ser una mujer educada. En el siguiente
párrafo podemos apreciar una visión bastante clara de la personalidad que debía
tener la mujer romántica:
Por su desgracia acertó a gustar a una joven, personita muy bien educada
también, la cual es verdad que no sabía gobernar una casa, pero se embaulaba en
el cuerpo en sus ratos perdidos, que eran para ella todos los días, una novela
sentimental, con la más desatinada afición que en el mundo jamás se ha visto;
tocaba su poco de piano y cantaba su poco de aria de vez en cuando, porque
tenía una bonita voz de contralto.
Como vemos, en la primera línea nada
más y nada menos, Larra ya presenta la idea de que la joven de la que va a
hablar a continuación está “muy bien educada”. Sin embargo, a continuación nos
presenta un “defecto” de la misma, y es que no sabía gobernar una casa. Con
esto nos afirma que la prioridad de una mujer de la época es el hogar,
dedicarse a la casa. Pero no solo eso, nos presenta una visión sensible de la
mujer al incidir en esa capacidad de “embaularse” en sus pensamientos haciendo
de la vida una novela sentimental. Y es que la mujer debía ser sensible y frágil,
eso la hacía más femenina, por ello vemos como una cualidad importante a
destacar la delicadeza de un piano unida a una bonita voz.
En
el siguiente párrafo podemos apreciar aún más el estatus que guardaba la mujer
ante el hombre:
-Perfectamente; mi hija será de usted en
cuanto me traiga una prueba de que puede mantenerla, y el permiso de sus
padres; pero en el ínterin, si usted la quiere tanto, excuse por su mismo decoro
sus visitas…
Aquí encontramos la subordinación y
el papel principal que tenía la mujer en la sociedad. La mujer era una posesión
que el hombre debía poder mantener y proteger, en la que la elección para amar
no derivaba de ella, sino de su progenitor. Es tal la consciencia de este
estatus que vemos cómo, más adelante, en el artículo la mujer exige al hombre
que traiga el dinero a la casa, mientras ella se encarga de cuidar la misma.
Cabe
destacar la modernización del nuevo pensamiento que hereda de Francia, donde
los valores personales y los intereses priman a las tradiciones. En esto vemos
un rasgo romántico muy pronunciado puesto que el amor entre los amantes no es
un amor sereno ni sosegado ni sometido al control de lo conveniente y racional,
sino un amor desatado, furioso y ciego que no les permite ver la ruina que se
avecina y la tragedia en la que se convierte.
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