miércoles, 8 de enero de 2014

Doña Inés como salvación



"Don Juan: Comendador,
yo idolatro a doña Inés,
persuadido de que el cielo
nos la quiso conceder
para enderezar mis pasos
por el sendero del bien.
No amé la hermosura en ella,
ni sus gracias adoré;
lo que adoro es la virtud,
Don Gonzalo, en doña Inés.
Lo que justicias ni obispos
no pudieron de mi hacer
con cárceles y sermones,
lo pudo su candidez.
Su amor me torna en otro hombre,
regenerando mi ser,
y ella puede hacer un ángel
de quien un demonio fue.
Escuche, pues, don Gonzalo,
lo que te puede ofrecer
el audaz don Juan Tenorio
de rodillas a tus pies.
Yo seré esclavo de tu hija,
en tu casa viviré,
tu gobernarás mi hacienda
diciéndome esto ha de ser.
El tiempo que señalares,
en reclusión estaré;
cuantas pruebas exigieres
de mi audacia o mi altivez,
del modo que me ordenares
con sumisión te daré.
Y cuando estime tu juicio
que la puedo merecer,
yo la daré un buen esposo
y ella me dará el Edén."



 
Si hablamos del personaje femenino principal de esta obra, Doña Inés, podemos comenzar relacionándola con Doña Elvira, la protagonista femenina de El estudiante de Salamanca. Para hacer esta relación nos podemos basar en la descripción que se hace de Doña Inés como algo divino; no hasta el punto de hablar de ella como algo etéreo, que en ocasiones no sabemos si es real (como ocurría con Doña Elvira), pero si como algo muy cerca de lo angelical, dechado de virtudes (“lo que adoro es la virtud, Don Gonzalo, en Doña Inés").



De hecho, como ocurre en El estudiante de Salamanca la protagonista femenina aparece opuesta al protagonista masculino, algo así como un enfrentamiento entre lo angelical y lo demoníaco ("y ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue"), lo bueno y lo malo, algo que en principio puede parecer muy maniqueo.

Hasta tal punto es Doña Inés un ser puro y especial que consigue que el diabólico Don Juan llegue a verse postrado de rodillas frente a Don Gonzalo, y creyendo de manera categórica que a través de Inés puede alcanzar el perdón de Dios. 

Por otra parte, toda esta bondad y estas virtudes hacen de ella un ser delicado e inestable, que se entrega de una manera casi irracional a un amor que la hará desgraciada y que acabará, como es costumbre en el periodo, matándola. A su vez, es esta condición de Inés la que acabará salvando a Don Juan, que de no ser por ella habría estado inequívocamente condenado.

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