Interpretación global de El
estudiante de Salamanca.
En primer lugar habría que destacar
que esta obra de José de Espronceda pertenece a una época muy concreta en la
historia de la literatura española, a la primera mitad del siglo XIX. Este
momento estaba marcado por un movimiento cultural llamado Romanticismo y como
tal, tiene una serie de características generales que podemos ver en las
distintas obras que se circunscriben a él.
Teniendo esto en cuenta, podemos
adentrarnos en las diferentes interpretaciones que se han propuesto sobre la
obra y su final. Como sabemos, no hay una univocidad en cuanto a la intención
del autor al presentarnos dicha obra. La crítica baraja la posibilidad de que
la actitud de don Félix a lo largo de la obra se ve justiciada con su muerte
inesperada de la mano de una extraña mujer a la que acompaña hasta el propio
funeral del protagonista. A partir de entonces vemos cómo baja al infierno, al
lugar que le precede a alguien que ha cometido esos pecados en la vida. Sin
embargo, encontramos señales contradictorias en su descenso al infierno. Esto
nos lleva a preguntarnos si realmente estamos ante un infierno. Y es en este
punto en el que la crítica ha dado teorías dispares.
Observando el descenso vemos
contradicciones a la hora de buscar una interpretación absoluta, de elegir
entre el blanco y el negro, entre cielo e infierno. Podemos pensar que estamos
ante el descenso al infierno por los entes quiméricos, por los esqueletos y por
la descripción en general de un espacio que reúne características de lo que actualmente
consideraríamos relativas al infierno. Sin embargo, también observamos una
actitud del protagonista que no cesa. El estudiante no desciende aterrorizado
por lo que le rodea, sino que es capaz de afrontarlo e incluso pide explicaciones,
en su máxima actitud rebelde, a Dios:
Segundo Lucifer
que se levanta
del rayo vengador
la frente herida,
alma rebelde que
el temor no espanta,
hollada sí, pero
jamás vencida:
el hombre en fin
que en su ansiedad quebranta
su límite a la
cárcel de la vida,
y a Dios llama
ante él a darle cuenta,
y descubrir su
inmensidad intenta.
Lo mismo ocurre cuando en el
descenso aparece su esposa doña Elvira convertida en esqueleto para casarse con
él y su cuñado don Diego dándole la bendición en su matrimonio. Al principio
parece que es una condena al estudiante por lo que les hizo a ambos en vida,
pero don Félix vuelve a aceptar ese casamiento sin pesar:
Por mujer la tomo,
porque es cosa cierta,
Y espero no salga
fallido mi plan,
Que en caso tan
raro y mi esposa muerta,
Tanto como viva no
me cansará.
Pero no
todo queda ahí, seguidamente vuelve a mostrarnos su rebeldía invocando a Dios o
al demonio haciéndonos dudar, de esta manera, de que el lugar en el que se
encuentra sea al infierno:
Mas antes decidme
si Dios o el demonio
Me trajo a este sitio,
que quisiera ver
Al uno o al otro,
y en mi matrimonio
Tener por padrino
siquiera a Luzbel:
Aquí nos
presenta que él mismo duda sobre el lugar en el que está al no saber si ha sido
Dios o ha sido el demonio el que lo ha llevado allí. La diferencia entre cielo
e infierno debería ser drástica y opuesta y no debería haber lugar a dudas de
si se está en uno u otro lugar. Esto nos lleva a pensar que el protagonista no
está viviendo un infierno propiamente dicho como se puede pensar a bote pronto,
pero tampoco está en un cielo reconocible. De hecho, ¿acaso está siendo condenado
realmente? ¿Acaso don Félix se siente condenado y se arrepiente de sus pecados
cometidos en vida?
Con todo podríamos pensar que no es
un infierno ni un cielo, sino un plano intermedio, otro lugar que no sirve para
condenar ni tampoco para glorificar. Se trata de un lugar híbrido con rasgos
intermedios descrito con una simbología romántica, aspecto a tener en cuenta
como mencioné al principio, un lugar puramente romántico.
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