"¡Una mujer! ¿Es acaso
blanca silfa solitaria,
que entre el rayo de la luna
tal vez misteriosa vaga?
Blanco es su vestido, ondea
suelto el cabello a la espalda.
Hoja tras hoja las flores
que lleva en su mano arranca"
blanca silfa solitaria,
que entre el rayo de la luna
tal vez misteriosa vaga?
Blanco es su vestido, ondea
suelto el cabello a la espalda.
Hoja tras hoja las flores
que lleva en su mano arranca"
¿Es una mujer lo que aparece aquí descrito? ¿O es, sin
embargo, una especie de ente divino? Esa es la duda que puede asaltarnos al leer
este tipo de descripciones. Efectivamente esta hablando de Elvira, una mujer de
carne y hueso, pero como suele suceder en este tipo de escritos románticos, el
lector recrea en su mente una imagen etérea, prácticamente incorpórea, relacionada casi
con la divinidad. Es lo mismo que ocurre con el “Canto a Teresa”, en El diablo mundo ("¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquella,/tanto delirio a realizar alcanza,/y
esa mujer tan cándida y tan bella/es mentida ilusión de la esperanza:/es el
alma que vívida destella/su luz al mundo cuando en él se lanza,/y el mundo con
su magia y galanura/es espejo no más de su hermosura").
Por tanto, nos encontramos
con que la mujer, por norma general, aparece descrita así, más como algo divino
que como algo humano, se le atribuyen características casi celestiales. Estas mujeres son caracterizadas también por su debilidad y son, por tanto, las grandes víctimas de
las tramas románticas.
"¡Ah! Llora sí, ¡pobre Elvira!
¡Triste amante abandonada!
Esas hojas de esas floras
que distraída tu arrancas.
¿Sabes adónde, infeliz,
el viento las arrebata?
Donde fueron tus amores,
tu ilusión y tu esperanza"
Elvira, enamorada, se ha entregado a Don Félix de Montemar,
pero ese amor se ha perdido, al igual que se pierden esas flores (símbolos del
amor) al ser deshojadas. Ahora nos encontramos con una Elvira llorosa,
derrumbada, que rozara la locura y que acabará muriendo a causa de este amor
perdido:
"Murió de amor la desdichada Elvira,
cándida rosa que agostó el dolor,
süave aroma que el viajero aspira
y en sus alas el aura arrebató."
cándida rosa que agostó el dolor,
süave aroma que el viajero aspira
y en sus alas el aura arrebató."
Así, Elvira se convierte en un buen ejemplo de lo que constituirá la mujer romántica prototípica: es descrita como la más bella, plena de todas las virtudes, y con un comportamiento cuya única tacha será haberse entregado al amor; amor, que por otra parte será el que la lleve inevitablemente a la muerte.
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