"EL CASARSE PRONTO Y MAL"
“Este era hijo de una mi hermana, la cual había recibido aquella educación que se daba en España no hace ningún siglo; es decir, que en casa se rezaba diariamente el Rosario, se leía la vida del Santo, se oía Misa todos los días, se trabajaba los de la labor, se paseaba solo las tardes de los de guardar, se velaba hasta las diez, se estrenaba vestido el domingo de Ramos, se cuidaba de que no anduviesen las niñas balconeando, y andaba siempre señor padre, que entonces no se llamaba papá, con la mano mas besada que reliquia vieja. […] No diremos que esta educación fuese mejor ni peor que la del día. Solo sabemos que vinieron los franceses, y como aquella buena o mala educación no estrivaba en mi hermana en principios ciertos, sino en la rutina y en la opresión doméstica […] casose, y siguiendo en la famosa jornada de Vitoria la suerte del tuerto Pepe Botellas, […] emigró a Francia”.
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Primera publicación de El pobrecito hablador |
Nos encontramos ante un fragmento
de un texto extraído de El pobrecito hablador, con fecha de
noviembre de 1932. El pobrecito hablador
era un periódico unipersonal (que apenas se publicó durante siete meses) creado
por Mariano José de Larra, en el que publicaba bajo el seudónimo de Don Juan
Pérez de Munguía.
En “El casarse pronto y mal”, Don
Juan Pérez Munguía nos narra una historia familiar, que parece bastante alejada
de lo que tuvo que ser la vida de Larra. Don Juan Pérez Munguía dice, como
vemos en el fragmento, haberse criado en una familia muy tradicional del siglo
XIX (muy al contrario de Larra, que vivió incluso una etapa de exilio político
en Francia cuando era pequeño debido a la ideología del padre) y por supuesto,
muy católica. En el seno de esta familia creció una hermana de Munguía, que es
a la que se refiere este fragmento en concreto.
Más que de la mujer, de lo que
Munguía (o Larra indirectamente) nos habla en este extracto, es de la
educación, que se venía considerando algo sumamente importante desde el siglo
anterior, el “siglo de las luces”, y constituye de manera sistemática un nuevo
tema en la literatura, que no había sido tratado anteriormente.
A colación de esto, el autor nos
hace remontarnos, no al siglo XVIII pero sí a principios del XIX para darnos un
ejemplo de cómo se encontraba la educación generalmente en España, donde la
gran mayoría de la población seguía teniendo más en cuenta los valores
cristianos plenamente arraigados, que la razón (sin embargo Larra no dice
directamente que esta educación fuera mala).
Sin embargo el cambio de la
hermana (que se afrancesa) también es
criticado: “pero como esta segunda
educación tenía tan malos cimientos como la primera, y como quiera que esta débil humanidad nunca sepa detenerse
en el justo medio, paso del Año Cristiano a Pigault Lebrun, y se dejó de Misas
y devociones, sin saber mas ahora por qué las dejaba, que antes por qué las
tenía”.
Con estos ejemplos, vengo a llamar la atención sobre la
crítica que se hace a la sociedad española, anclada en unas tradiciones sin
saber muy bien por qué, pero también se critica a aquellos que adoptan unas
nuevas costumbres sin preguntarse si son mejores o peores. Vemos en el autor,
que lo expresa de una manera bastante crítica y mordaz, un claro
posicionamiento a favor de la razón y del cambio, pero basándose este cambio en
el razonamiento y produciéndose desde los cimientos, para que el cambio (en el
que incluye, como vemos a las mujeres) sea verdadero y profundo, y no basado en
las modas, que hacían de esta transformación algo totalmente superficial (que es a lo que se refiere, según lo interpreto, la crítica principal).
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