En el día podemos decir que han desaparecido muchos de los vicios radicales
de la educación que no podían menos de indignar a los hombres sensatos de fines
del siglo pasado, y aun de principios de éste. Rancias costumbres,
preocupaciones antiguas hijas de una religión mal entendida y del espíritu
represor que ahogó en España, durante siglos enteros,[...] Acostumbrados a no discurrir, a no sentir nuestros abuelos por sí mismos,
no permitían discurrir ni sentir a sus hijos. La educación escolástica de la
universidad era la única que recibían los hombres; y si una niña salía del
convento a los veinte años para dar su mano a aquel que le designaba el interés
paternal, se decía que estaba bien criada. Era bien criada si sacrificaba su
porvenir al capricho o a la razón de estado; si abrigaba un corazón franco y
sensible, si por desgracia había osado ver más allá que su padre en el mundo,
cerrábanse las puertas del convento para ella, y había de elegir por fuerza el
Esposo divino que la repudiaba o que no la llamaba a sí por lo menos.
Este extracto pertenece al artículo de Mariano José de Larra Representación
de “El sí de las niñas” publicado en el nº 155 Revista Española del 9 de febrero
de 1833. En él elogia de manera encomiable a Leandro Fernández de Moratín, autor de dicha comedia, dedicándole unas preciosas palabras “El sí de las niñas ha sido oído con
aplauso, con indecible entusiasmo, y no sólo el bello sexo ha llorado, como
dice un periódico, que se avergüenza de sentir; nosotros los hombres hemos
llorado también, y hemos reverdecido con nuestras lágrimas los laureles de
Moratín, que habían querido secar y marchitar la ignorancia y la opresión."
Como podemos deducir del artículo estamos presenciando una sociedad que rechaza la opresión de la mujer en cuanto a temas sentimentales. La tiranía ejercida por los familiares de las jóvenes ya no es algo que se vea éticamente correcto (siempre hay excepciones, como vemos en su otro actículo La educación de entonces) en la sociedad culta.
La liberación de la mujer, empezando por la libertad de elección de matrimonio, en gran parte de los casos favorecida por el género masculino, comienza en el siglo XIX a ser un derecho fundamental que azota la conciencia occidental.
Sin embargo, a pesar de lo que a simple vista se ve, la guerra contra la desigualdad no está ganada, la libertad de las mujeres aún en el siglo XXI es un camino que acabamos de empezar a recorrer.
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The Lady of Shalott, John William Waterhouse. 1888 |
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