Doña Elvira en El estudiante de
Salamanca.
José
de Espronceda al ser un autor perteneciente a la época romántica, nos presenta
en su obra El estudiante de Salamanca
una trama propia de dicho movimiento cultural y literario. Ya hemos hablado
anteriormente del ambiente romántico que se nos muestra en la obra. Ese
ambiente lúgubre, tenebroso, nocturno, esotérico, etc, pero ahora vamos a
centrarnos un poco más en la figura femenina, en la de doña Elvira.
Podemos apreciar la situación que
vive doña Elvira y una descripción de la misma, basándonos en la siguiente
serie de versos pertenecientes a la obra:
Bella y más segura que el azul del cielo
con dulces ojos lánguidos y hermosos,
donde acaso el amor brilló entre el velo
del pudor que los cubre candorosos;
tímida estrella que refleja al suelo
rayos de luz brillantes y dudosos,
ángel puro de amor que amor inspira,
fue la inocente y desdichada Elvira.
con dulces ojos lánguidos y hermosos,
donde acaso el amor brilló entre el velo
del pudor que los cubre candorosos;
tímida estrella que refleja al suelo
rayos de luz brillantes y dudosos,
ángel puro de amor que amor inspira,
fue la inocente y desdichada Elvira.
Elvira, amor del estudiante un día,
tierna y feliz y de su amante ufana,
cuando al placer su corazón se abría,
como el rayo del sol rosa temprana;
del fingido amador que la mentía,
la miel falaz que de sus labios mana
bebe en su ardiente sed, el pecho ajeno
de que oculto en la miel hierve el veneno.
tierna y feliz y de su amante ufana,
cuando al placer su corazón se abría,
como el rayo del sol rosa temprana;
del fingido amador que la mentía,
la miel falaz que de sus labios mana
bebe en su ardiente sed, el pecho ajeno
de que oculto en la miel hierve el veneno.
Que no descansa de su madre en brazos
más descuidado el candoroso infante,
que ella en los falsos lisonjeros lazos
que teje astuto el seductor amante:
Dulces caricias, lánguidos abrazos,
placeres ¡ay! que duran un instante,
que habrán de ser eternos imagina
la triste Elvira en su ilusión divina.
más descuidado el candoroso infante,
que ella en los falsos lisonjeros lazos
que teje astuto el seductor amante:
Dulces caricias, lánguidos abrazos,
placeres ¡ay! que duran un instante,
que habrán de ser eternos imagina
la triste Elvira en su ilusión divina.
Que el alma virgen que halagó un encanto
con nacarado sueño en su pureza,
todo lo juzga verdadero y santo,
presta a todo virtud, presta belleza.
Del cielo azul al tachonado manto,
del sol radiante a la inmortal riqueza,
al aire, al campo, a las fragantes flores,
ella añade esplendor, vida y colores.
con nacarado sueño en su pureza,
todo lo juzga verdadero y santo,
presta a todo virtud, presta belleza.
Del cielo azul al tachonado manto,
del sol radiante a la inmortal riqueza,
al aire, al campo, a las fragantes flores,
ella añade esplendor, vida y colores.
Cifró en don Félix la infeliz doncella
toda su dicha, de su amor perdida;
fueron sus ojos a los ojos de ella
astros de gloria, manantial de vida.
Cuando sus labios con sus labios sella
cuando su voz escucha embebida,
embriagada del dios que la enamora,
dulce le mira, extática le adora.
toda su dicha, de su amor perdida;
fueron sus ojos a los ojos de ella
astros de gloria, manantial de vida.
Cuando sus labios con sus labios sella
cuando su voz escucha embebida,
embriagada del dios que la enamora,
dulce le mira, extática le adora.
Ya en la
primera estrofa Espronceda nos da una descripción muy romántica del ideal de
personalidad femenina. Podemos extraer una serie de adjetivos que nos presentan
psicológicamente a la dama romántica como “bella”, “candorosa”, “tímida
estrella que refleja el suelo”, “ángel puro de amor”, “inocente” y “desdichada”.
Con esto nos basta para apreciar a esa visión de mujer que ha de ser bella, ha
de tener una presencia grata a la vista. Esto nos recuerda una vez más a uno de
los motivos por los que se llevó a cabo una nueva distribución de los palcos en
la figura arquitectónica de los teatros, ya que la presencia era importante en
dicha época. Por supuesto debe tratarse de una mujer candorosa e inocente. En
esta época comenzó el tópico de la mujer de tez blanca, pura, por ello vemos
representaciones pictóricas de la mujer romántica en prados verdes, son mujeres
delicadas y suelen llevar parasoles. En cuanto a “tímida estrella que cae al
suelo” y “ángel puro de amor”, con ello Espronceda nos hace referencia a ese
carácter frágil de la mujer y a la vez a esa exacerbación del sentimiento
amoroso y puro. Y, por supuesto, su desdicha. Una desdicha que la convierte en
la víctima de un sentimiento intenso y extremo, una desdicha que provoca don
Félix a través de la falacia más potente, el amor.
En el resto
de estrofas vemos cómo se nos describe esa situación de intenso amor por parte
de doña Elvira y de intensa mentira por parte de don Félix. Una situación donde
podemos empatizar el gran sentimiento que conduce a doña Elvira a la ceguera, a
la vez que el dolor que nos proporciona el conocimiento de la falacia amorosa
de don Félix.
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