EL
CASARSE PRONTO Y MAL
‘’Así como tengo aquel
sobrino de quien he hablado en mi artículo de empeños y desempeños, tenía otro
no hace mucho tiempo, que en esto suele venir a parar el tener hermanos. Éste
era hijo de una mi hermana, la cual había recibido aquella educación que se daba
en España no hace ningún siglo […] No diremos que esta
educación fuese mejor ni peor que la del día, sólo sabemos que vinieron los
franceses […] Excusado es decir que adoptó mi hermana las ideas del siglo; pero como esta
segunda educación tenía tan malos cimientos como la primera, y como quiera que esta
débil humanidad nunca supo detenerse en el justo medio, pasó del Año Cristiano
a Pigault Lebrun, y se dejó de misas y devociones, sin saber más ahora por qué
las dejaba que antes por qué las tenía’’
Entre
los artículos de Larra, verdaderos artífices de su fama, encontramos el
titulado El casarse pronto y mal, al que
pertenece el fragmento expuesto al comienzo de nuestra entrada. Este artículo
fue publicado en el periódico de la época El
pobrecito hablador en el año
1832.
Larra
nos relata, empleando para ello una tercera persona puesta en boca de Juan
Pérez Munguía, la historia del casamiento del sobrino de este con una joven, personita muy bien educada
también pero la cual es verdad que no
sabía gobernar una casa. La unión de ambos, servirá a Larra de trama para
el desarrollo de este artículo; veremos así reflejadas en este matrimonio, las
consecuencias de la educación que recibe su sobrino.
La
hermana de Munguía emigrará a Francia, donde establecerá un nuevo vínculo con
las ideas innovadoras que allí imperan; una educación mucho más actual que no
cree en los principios de religiosidad y opresión que se daban en España. Allí,
asentará su vida, y tendrá un hijo. Augusto, como así se llama nuestro joven protagonista,
regresará a España junto a su madre tras la muerte de su padre. A su vuelta,
conocerá a Elena, una muchacha que posee las mismas ideas innovadoras francesas
que él. Se enamorará y poco después conseguirá contraer matrimonio con la joven
(no sin antes haber encontrado ciertos obstáculos, como suele suceder en casi
toda novela romántica). Será aquí, como ya hemos dicho, donde podremos observar
más claramente los resultados de su educación, la misma que lo ha convertido en
alguien superficial, vano, presumido,
orgulloso y terco.
Se
confrontan así distintos moldes educativos: por un lado nos encontramos con el modelo
español, mucho más tradicional y conservador que el francés; más
liberal y despreocupado ante la vida (¿Qué
motivo habrá, efectivamente, que nos persuada que debemos en esta corta vida
pasarlo mal, pudiendo pasarlo mejor?). A pesar de este enfrentamiento,
vemos como Larra deja muestras en la narración de su aparente imparcialidad en
cuanto a lo que respecta a su inclinación hacia uno u otro modelo (No diremos que esta educación fuese mejor ni
peor que la del día) ya que critica ambos. En cambio, el funesto y
trágico final que da Augusto a su vida suicidándose, nos da claras señas de cómo la balanza de Larra tuerce en mayor medida hacia lo que sería el molde tradicional que se da en España, ya que, de no ser por las ideas que adquirió en Francia,
su sobrino no hubiera contraído matrimonio pronto
y mal (como reza el propio título del artículo), ni hubiera acabado con su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario