viernes, 17 de enero de 2014

Brujas

   Podemos dividir los tipos de mujer en la literatura en dos grupos: la virtuosa, bella y angelical y la despiadada y egoísta  cuya belleza se encuentra en los extremos. En nuestra sociedad judeo-cristiana esta división se evidencia, por ejemplo, con la Virgen María y Lilith.

  El mito de la femme fatale ha sido muy próspero en la historia de la literatura occidental: mujeres extremadamente bellas que no dudan en usar su belleza y cualquier arma que tengan en su propio beneficio. En mi opinión, el mito de la femme fatale surge para adoctrinar a la sociedad, dando a entender que actitudes en las mujeres que conlleven algún tipo de autonomía y de las que saquen provecho, sin necesitar que un hombre las “tutele”, son malas, brujas, arpías.

Lilith, John Collier. 1892


  El personaje de Brígida en el Don Juan Tenorio de Zorrilla forma parte de esta división y al igual que las alcahuetas Celestina y Trotaconventos (por mencionar a las más representativas) es una mujer que se mueve por dinero. Es descrita por el mismo Don Juan como el diablo

Brígida:     ¿Estáis solo?
Don Juan:    Con el diablo.
Brígida:     ¡Jesucristo!
Don Juan:    Por vos lo hablo.
Brígida:    ¿Soy yo el diablo?
Don Juan:    Creoló.

  Prepara la conquista de don Juan y la sugestiona para hacerla creer enamorada de él, sus inagotables recursos celestinescos hacen hacen que doña Inés vea a don Juan como un héroe que las salvó de las llamas del incendio en el convento. Incluso la propia doña Inés cree en un momento que Brígida la ha hechizado a ella:

               Inés: ¡Ah! Tú me diste un papel
               de mano de ese hombre escrito,
               y algún encanto maldito
               me diste encerrado en él.

   De esta manera se resalta la excelencia de la inocente doña Inés en contraposición con la avaricia que mueve a Lucía (que vende a su señora por dinero) y a Brígida.


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