lunes, 25 de noviembre de 2013

La peña de los enamorados



La peña de los enamorados.

“Al decir esto, no ya para enjugar el sudor, sino para restañar el llanto cubría su bello semblante con el pañuelo, y apoyándose en uno de los jarrones de porcelana que adornaban aquella entrada, más parecía una estatua sepulcral que un ser animado y sensible. Zaida la acercaba una y otra vez un precioso pomo de oro con alcanfor porque temia que su señora sucumbiese al dolor y al cansancio.  […]”
“[…] exànime cae sobre uno de aquellos cogines que la rodean, asi como la erguida palma agitada por el uracan en medio del desierto sacude una y otra vez su ramaje alrededor de sí, y al fin tronchada por el pie se desploma sobre la arena.”


        Estos textos son fragmentos pertenecientes a una revista llamada Seminario pintoresco español. En concreto pertenecen a un relato publicado en la misma, el 11 de septiembre de 1836, llamado “La peña de los enamorados”. Su autor es Mariano Roca de Togores, conocido también como Marqués de Molins (1812 – 1889).
        Esta leyenda trata de la historia de dos amantes, Zulema, una bella mora, y D. Fadrique de Carvajal, un cristiano cautivo del padre de Zulema que trabaja de jardinero. Estos amantes se enamoran y planean una huida debido a que el padre de la mora nunca accedería a dar la mano de su hija a un cristiano cautivo. Por ello, D. Fadrique, temiendo no volver a ver a su amada ya que el padre la podía casar en la madrugada, hace uso de sus conocimientos sobre el lenguaje de las flores para proponer la huida a Zulema. Acto seguido, la pareja consigue huir hasta una peña donde el padre y sus hombres les dan alcance. El padre les ofrece perdonar la vida de su querida hija a cambio de la de D. Fabrique. Estos rehúsan la oferta y se lanzan al vacío muriendo así juntos.
        Como veis, es una trama donde se trata el tema de moros y cristianos, del amor trágico y de la muerte, sin embargo, también nos presenta una visión de la mujer que podemos apreciar en los fragmentos seleccionados arriba. En estos fragmentos percibimos el tópico de la figura de mujer que incluso hasta la actualidad se ha ido conservando. Vemos a una mujer femenina, frágil, delicada, cuya piel debe ser comparable a la porcelana. Pues bien, este concepto de mujer es puramente romántico. Con esto quiero decir que en el siglo XVIII encontramos una visión de la mujer más evolucionada, más moderna en cuanto a su actitud. En este siglo la mujer comienza a adquirir importancia en la sociedad, en la cultura. Esto se debió a su labor en las tertulias literarias o a la importancia que tenía el que la mujer fuera culta para poder enseñar cultura a los hijos, ya que era la encargada de criarlos. 
        Todo esto que trajo la Ilustración, dio un paso hacia atrás con la llegada del Romanticismo. La mujer se convirtió en algo que enseñar en público. Esta debía ser recatada, frágil y sumisa, la importancia recaía en su apariencia. Podemos ver cómo esto repercutió en el mundo literario como el teatro y su lugar de representación con la reforma que se llevó a cabo en dichos edificios para la redistribución de los palcos. 
        Aunque en este relato veamos que Zulema es una mujer que toma decisiones de su propio destino, la representación sigue siendo romántica. No vemos a una mujer fornida, a una mujer luchadora, una mujer que no necesite a un hombre, sino a una mujer frágil y femenina que bajo los efectos del amor toma la decisión de huir y morir junto a su amado.

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