LA PEÑA DE LOS ENAMORADOS
''Incomprensible fue para D. Fadrique el ramo que Zulema dejó junto a la fuente: era el caballero tan diestro en disfrazar aquella especie de escritos, que ni el árabe más galán pudiera aventajarle. Pero en aquella ocasión se molestaba en vano dando vueltas a aquel conjunto de flores, sin poder entender el arcano que en ellas se encerraba. Unos cuantos botones de siempreviva le indicaban la constancia de Zulema; y luego una zarza rosa venía a recordarle su mala ventura; el colchico le decía claramente pasó el tiempo de la felicidad; pero puesta a su lado una retama le infundía alguna esperanza; quería luego con más ahínco penetrar el sentido, y entre mil insignificantes flores solo un crisócomo significaba algo no hacerse esperar. Conoció pues que Zulema obligada a hacer aquel ramo en presencia del hagib, habría puesto en él mil cosas insignificantes solo por condescender con su molesto acompañante; pero con todo un eliotropo que descollaba en medio, me gritaba con muda voz, yo te amo, y esto le consolaba.
[…]
Una zarza vino a detenerla por la vestidura y a ofrecer a su desalmado padre el horrible espectáculo de una hija que prefería morir con su amante a vivir con él. […] El vestido de esta de desgarra en fin, y viene su cadáver vagando por el aire como el de una paloma herida de una flecha a reposar junto al de aquel por quien había tantas veces jurado morir gozando''
El cuento ante el que nos encontramos, perteneciente al autor Mariano Roca de Togores, parte de una
leyenda; la leyenda de La peña de los Enamorados, publicado en el año 1836 en la revista española semanal Semanario pintoresco español.
Si bien su título nos señala con probable
acierto uno de los temas principales que en él aparecerán, como es el amor
entre dos amantes, nosotros enfocaremos el comentario de esta entrada en la
visión de la mujer protagonista, Zulema, la cual sufre de un amor romántico que,
como normalmente sucede (y más adelante podremos comprobar), trocará en tragedia. El cuento nos narra la
historia de dos enamorados; Fadrique, un cautivo cristiano y Zulema, una
princesa mora, deciden huir del reino del padre de esta para vivir juntos su
amor. Pero la huida conjunta que emprenden del reino concluirá con el suicidio de ambos,
causado por la persecución que sufren por parte de los caballeros del rey.
El fragmento con el que comenzamos
la entrada nos señala con claridad la imposibilidad de Zulema de mostrar libremente
su amor por Fadrique (me gritaba con muda
voz, yo te amo); se trata de un amor imposible cuyas diferencias religiosas
y de honor los separan. A pesar de estos obstáculos, Zulema decidida escapa, rebelándose
así contra el rey y rompiendo con el modelo típico romántico en el que la mujer
aparece con nula o muy escasa capacidad de decisión.
La princesa logra convertirse en el
vórtice de la obra; sin albergar ningún tipo de duda en lo que acontece a su relación, se
muestra segura y rotunda en sus decisiones (–¿Tengo un rival? ¿Me dejarás de amar? –No: primero morir, te lo juro, morir gozando dijo leyendo el rótulo…); será también ella la que decida su suerte arrojándose desde la peña.
La sociedad de la época dentro de la que se encuadra el Romanticismo vuelve un paso atrás
con respecto al siglo XVIII. La mujer no lleva a cabo ninguna transgresión; suele ser víctima y la visión de esta se vuelve más tradicional. Siendo esto así, la obra nos resultaría algo contradictoria y de difícil comprensión: Observamos entonces como literatura y sociedad no avanzan del todo en una misma dirección, pues en La peña de los Enamorados nos hallamos ante el caso opuesto, en el que vemos como la mujer (la joven Zulema) aparece como dominante de la
dirección que quiere que tome su vida. Como contraprestación a su rebeldía, la mujer suele
morir, por lo que el final de nuestro cuento coincidirá con lo dicho, consumándose de un modo trágico con el suicidio de nuestra protagonista junto a su amado, como podemos ver en el segundo fragmento expuesto al comienzo de nuestra entrada.
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