tras vos [...]
Pobre garza enjaulada,
dentro de la jaula nacida, [...]
No cuenta la pobrecilla
diez y siete primaveras,
y aún virgen a las primeras
impresiones del amor,
nunca concibió la dicha
fuera de su pobre estancia,
tratada desde su infancia
con cauteloso rigor.
Y tantos años monótonos
de soledad y convento [...]
que era el claustro de su destino
y el altar era su fin [...]
Y pensó: "No hay más allá".
Y sin otras ilusiones
que sus sueños infantiles [...]
Se refiere Brígida en este pasaje a doña Inés de Ulloa. Como podemos leer se trata de una joven de diecisiete años que ha estudiado desde su infancia en un convento, inocente y sin pretensiones. Durante la obra doña Inés es asociada simbólicamente con la paloma, el cordero y el lirio como símbolos de pureza. Para su padre es una hija sencilla y pura.
Son abundantes las referencias que hacen otros personajes en la obra de las virtudes de la joven. Podemos verlo claramente en los diálogos de la abadesa con la propia doña Inés:
Abadesa: Sois joven, cándida y buena;
vivido en el claustro habéis
casi desde que nacisteis;
y para quedar en él
atada con santos votos
para siempre, ni aún tenéis,
como otras, pruebas difíciles
ni penitencias que hacer.
¡Dichosa mil veces vos!
Dichosa, sí, doña Inés,
que no conociendo el mundo,
no le debéis de temer.[...]
y los mundanos recueros
del bullicio y del placer
no os turbarán tentadores
del ara santa a los pies;
pues ignorando lo que hay
tras esa santa pared,
lo que tras ella se queda
jamás apeteceréis.
Mansa paloma enseñada
en las palmas a comer
del dueño que la ha criado
en doméstico vergel,
no habiendo salido nunca
de la protectora red,
no ansiaréis nunca las alas
por el espacio tender.[...]
¡Ay! En verdad que os envidio,
venturosa doña Inés,
con vuestra inocente vida,
la virtud del no saber.
También doña Inés demuestra su valía en la quinta de don Juan Tenorio cuando hablando con Brígida pone su honor y posición sobre sus propios sentimientos.
Inés: Me estás confundiendo,
Brígida..., y no sé qué redes
son las que entre estas paredes
temo que me estás tendiendo.
Nunca el claustro abandoné,
ni sé del mundo exterior
los usos: mas tengo honor.
Noble soy, Brígida, y sé que la casa de don Juan
no es buen sitio para mí:
me lo está diciendo aquí
no sé que escondido afán.[...]
¿Que le amo, dices?...Pues bien,
si esto es amar, sí, le amo;
pero yo sé que me infamo
con esta pasión también.
Y si el débil corazón
se me va tras de don Juan,
tirándome de él están
mi honor y mi obligación.
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Cementerio Acatólico, Roma. |
¡
Este aspecto de pureza llega a su máximo exponente cuando, gracias a su amor y candidez, hace que don Juan recapacite y cambie. A partir del diálogo entre doña Inés y don Juan este, antes calificado como seguidor del mismísimo Satanás, se da cuenta de que ha llevado su vida por mal camino y decide enmendarla. Esto ensalza de nuevo nuestra visión de doña Inés, que desde este momento y hasta que redime a don Juan llevándole con ella al cielo, nos parece una santa.Doña Inés de Ulloa es, por tanto, el ejemplo perfecto de inocencia y castidad, así como de falta de voluntad propia y, por tanto, el modelo perfecto de mujer sumisa que tanto ha triunfado.